KIEV.- Las explosiones son incesantes, y los disparos de artillería casi continuos. Cerca de Vugledar, el ejército ucraniano afronta una situación “muy tensa” desde que las fuerzas rusas se lanzaron a la conquista de esta pequeña localidad del este de Ucrania.
Desde hace varios días, los rusos han creado un foco de combates a 130 km al suroeste de Bakhmut, la ciudad que desde el verano pasado tratan de tomar.
“Cuanto más pasa el tiempo, más empeora la situación”, dice Oleksander, un soldado ucraniano de 45 años que dispara morteros desde su posición, a 5 km de Vugledar.
Los rusos “vienen, vuelven y siguen volviendo”, añade. “Cada día tenemos más trabajo”, afirma junto a sus compañeros de batalla.
Vugledar, una ciudad que tenía 15.000 habitantes antes de la guerra, se ha convertido en el nuevo objetivo del ejército ruso en esta zona del este de Ucrania donde hubo pocos combates en los últimos meses.
Situada en altura, la localidad permite a las tropas que la controlan tener una visión panorámica de la zona.
“Esta posición tiene una importancia estratégica para ellos”, los rusos, dice el soldado Oleksander, sentado en su posición cavada en la tierra y con el rostro visiblemente cansado.
Una batalla difícil
A su lado, Roman, el comandante de la unidad, de 35 años, describe la táctica rusa: “intentan romper nuestras defensas en todas las direcciones en las que estamos presentes”.
“Pero hasta donde yo sé, no lo han logrado” todavía, se felicita el comandante, consciente de la dificultad que enfrentan sus hombres.
Su equipo está instalado junto a un pequeño bosque, que les permite esconderse y no ser avistados por los drones de reconocimiento del ejército ruso, posicionado a unos 5 kilómetros.
En el caso de que Vugledar cayera en manos rusas, teme el comandante, “podrían golpear nuestras posiciones más cercanas”.
Roman lamenta sobre todo la ventaja numérica de los rusos, cuyo ejército fue reforzado en los últimos meses a base de reservistas y también de convictos, movilizados para intentar conquistar el resto de la región ucraniana del Donbás.
“Tienen equipamiento, armas y más gente que nosotros”, asegura el comandante ucraniano.
Por ello, le resulta difícil predecir qué bando ganará la batalla, en un momento en que el ejército ucraniano espera verse reforzado con la llegada de tanques pesados occidentales y también con blindados ligeros y otras armas modernas.
“Nadie sabe lo que va a pasar, pero de momento tenemos todo y mantenemos nuestra posición”, asevera Roman.
“No nos marcharemos”
No lejos de la línea de frente, otros militares ucranianos cortan madera para fortalecer las trincheras cavadas en el suelo endurecido por el frío, y dar un poco de calor a las tropas.
“Cortamos la madera aquí y los chicos vienen a buscarla”, explica Volodimir, hacha en mano.
En el cercano pueblo de Bogoyavlenka, uno de los pocos civiles aún presentes en la zona, Andrii Sajnev, de 43 años, explica que la última entrega de ayuda humanitaria tuvo lugar hace dos semanas.
Desde entonces, y ante la intensificación de los bombardeos y la falta de electricidad y de agua potable, más de la mitad de los 300 habitantes que quedaban decidieron marcharse, asegura.
Su cocina se vio alcanzada por un disparo. Pero pese a las condiciones extremas, dice que se quedará para ayudar a su padre, “que tiene problemas para caminar”, y a su madre, de 74 años.
“No nos marcharemos”, asegura con firmeza.